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"La angustia como ancla de los habitantes de la ciudad moderna:
estudio de Contos de Belazarte y El Jorobadito."

Nombre del Autor: Roseli Barros Cunha

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maros@uol.com.br

Palabras clave: Ciudad – Cuento – Arte de Vanguardia

Minicurrículo: Graduada y licenciada en Letras Portugués/Español por la USP, en 1994. Maestría en el área de lengua y literaturas de lengua española con la disertación: “Um fio na trama das idéias de Ángel Rama: Tierra sin Mapa (tradução anotada e comentada)”, en 1999, por la USP.Cursando el Doctorado en la misma área, profesora de lengua española en la Universidade São Judas Tadeu y lengua y literaturas en la UNISA. 

Resumo: Este ensaio faz uma breve comparação entre Contos de Belazarte (1934), do brasileiro Mario de Andrade, e El Jorobadito (1933), do argentino Roberto Arlt. Em ambos os livros de contos, seus autores trabalham com a imagem da cidade moderna, a saber respectivamente São Paulo e Buenos Aires, e o progresso que emerge de seu processo de industrialização. Andrade e Arlt mostram a miséria, a degradação e a falta de perspectiva em que vivem os habitantes dessas novas cidades. Propomos uma breve aproximação desses contos com a arte moderna, que também sofria mudanças com as inovações da modernidade.

Resumen: En este ensayo, haremos una breve comparación entre Contos de Belazarte (1934), del brasileño Mario de Andrade, y El Jorobadito (1933), del argentino Roberto Arlt. En ambos libros de cuentos, sus autores trabajaron con la imagen de la ciudad moderna, a saber, respectivamente São Paulo y Buenos Aires, y el progreso que aparece en su proceso de industrialización. Andrade y Arlt muestran la miseria, la degradación y la falta de perspectiva en que viven los habitantes de esas nuevas ciudades. Proponemos una breve aproximación de estos cuentos con el arte, que también cambiaba en aquella época con las innovaciones de la modernidad.

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"(...) y el silencio es el vaso comunicante por
el cual nuestra pesadilla de aburrimiento y angustia
pasa de alma a alma con roce oscuro (...)"

Los fieras, p. 92, R. Arlt. p. 92, R. Arlt.

El comienzo del recorrido:

Un pasaje rápido por Contos de Belazarte del paulista Mario de Andrade (1934)1 y El Jorobadito (1933) del bonaerense de origen extranjero Roberto Arlt, no nos revela muchas semejanzas, sólo la que fueron escritos por autores considerados de vanguardia 2 dentro del sistema literario al cual pertenecen.

Pero si el lector se detiene y hace un movimiento de aproximación a las narrativas de estos dos libros, empieza a darse cuenta de que aún con sus grandes particularidades y diferencias hay puntos de correspondencia interesantes a ser analizados.

En Contos de Belazarte tenemos el cotidiano de proletarios en barrios pobres del suburbio de São Paulo (Brás, Anastácio y Lapa). Son ellos albañiles, herreros, lavanderas, funcionarios y empleados; brasileños pobres o gente de origen extranjero (en el máximo son pequeños propietarios) que tienen en común la miseria y la degradación promovida por el progreso emergente en la ciudad que se industrializa. Como escribe Telê Porto Ancona (1981:12) en su ensayo Belazarte me contou: "O poeta, cultor de Baudelaire, vagueia pela cidade, olhos voltados para presença do povo; supera a euforia do cosmopolitismo."

Hay una retomada en estos cuentos en algunos personajes y en el tema de la miseria, como bien señala de nuevo Porto Ancona, ahora más específicamente en la parte de su ensayo titulado A ronda/ roda viva. La voz narrativa también pertenece a esta rueda, ya que es la misma en todos los cuentos - Belazarte, el narrador que es introducido por otro y que, a su vez, nos dice que fue el oyente de sus historias.

En El Jorobadito no tenemos un mismo narrador para los cuentos, tampoco existe una retomada de los personajes, pero hay una vuelta al tema de la miseria humana ante la ciudad moderna, no solamente retratada en sus arrabales como en su submundo, principalmente en Los fieras. Beatriz Pastor (1980:58) dice que: "el espacio cotidiano del personaje arltiano es la gran ciudad. Es una ciudad industrial inscrita en el contexto concreto de una economía capitalista".

El espacio en que ocurre la acción de los cuentos de Andrade y Arlt, o sea, São Paulo y Buenos Aires, es trabajado de manera un poco diferente a lo largo de los libros.

En los cuatro primeros cuentos de Belazarte, a saber: O besouro e a Rosa, Jaburu malandro, Caim, Caim, e o resto y Menina de olho no fundo, la ciudad y los problemas de sus habitantes aparecen diluidos, con una intensidad muchísimo menor que en los últimos. Para Maria Celia Paulillo (1980: 35):

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Há nessas narrativas (sempre pensando em relação aos últimos contos) uma preponderância do enredo sobre a sondagem psicológica ou a notação social, embora estas não estejam ausentes. Enquanto nos contos finais o entrecho é menos ingênuo, construído a partir de uma tensão de natureza social e moral entre a personagem e o mundo, aqui as histórias geram fundamentalmente em torno de desencontros amorosos.

La ciudad aparece como un escenario, no hay tensión entre ésa y los personajes, como por ejemplo, en O Besouro e a Rosa. Sin embargo, presenta un poco más de fuerza en el cuento Menina de olho no fundo con la descripción del sueño de "seu" Gomes: "Era uma rua, um beco, tapado por um casarão no fundo. A vizinha estava numa janela alugável aí por uns trezentos milréis por mês. Mas na outra calçada a mãe da Dores (...)" (p.63)

Es en el medio del espacio anónimo de la calle y principalmente por el modo inconsciente en que ella aparece en el sueño que "seu" Gomes puede notar a Dores, la chica más rica del barrio, y, también, a la modista Serafina.

Pero es en los últimos cuentos: Túmulo, túmulo, túmulo, Piá não sofre? Sofre y Nízia Figueira, sua criada que esa relación entre la ciudad (muchas veces representada por la calle) y los personajes se intensifica.

En el primero de estos cuentos, el encuentro entre el narrador y su futuro empleado y amigo ocurre dentro de un tranvía que es a su vez el espacio exterior de la calle: "estava no mesmo banco do bonde um tiziu extraordinário de simpático (...). Desci matutando, vi os terrenos, peguei no mesmo bonde que voltava (...)" (p.71)

Éste es el espacio posible para el encuentro de un pequeño burgués que busca a un empleado. Es un espacio de aproximación, como también ocurre en Nízia Figueira, donde la calle aparece como sitio a ser recorrido por el pretendiente desde su ventana hasta la puerta de su futura novia, que tiene una buena situación financiera:

(...) palitando o dente na janela, ele afinal principiou reparando na moça do portão (...)

Então seu Lemos foi visitar o Anastácio e, passando, cumprimentou a moça do portão (...) passava, cumprimentava, andava mais meio quilômetro pra disfarçar (...)(p.103)

La calle, en este cuento, es el espacio a ser vencido para llegar al límite - "portão", y a su objetivo - la chica que tiene dinero. Un desafío para el ganancioso, bastante distinto del que vive Paulinho en Piá não sofre? Sofre, en el espacio desconocido y temible de la calle: "Chorava assustado, não tendo mais noção da vida, porque a rua nunca vista, muita gente, aquela mulher estranha..." (p.90)

En los cuentos de El Jorobadito la calle siempre está presente, aunque ésta tenga un tratamiento bastante distinto en uno y en otro. Por ejemplo, el encuentro entre el narrador y el jorobado, en el primer cuento, ocurre en el espacio cerrado de un café, que, por ser público, es casi una extensión de la calle. Eugenio Karl, de Una tarde de domingo, también encuentra al marino que le trae mala suerte de la misma manera que el narrador encuentra la chica Ester Primavera como en otros cuentos, en una calle.

Muchas veces este espacio demuestra una ruptura entre lo que ocurre externa e internamente al personaje, como en Los fieras; otras veces ese espacio exterior representa la angustia que siente el personaje como en El Jorobadito:

La noche se presentaba sombría con sus ráfagas de viento encallejonadas en las bocacalles, y en el confín, tristemente iluminado por oscilantes lunas eléctricas, se veían deslizarse vertiginosas cordilleras de nubes.

Yo estaba malhumorado, triste (...) (p.22)

Si en el Escritor fracasado no tenemos la representación de una ciudad, tenemos de cierta manera los mecanismos que la mueven, los juegos de interés y poder practicados por el mediocre narrador que pasa de un grupo a otro de escritores para disfrazar su incapacidad de escribir, demostrando que al fin y al cabo estos grupos no eran tan distintos como deseaban serlo. Este cuento nos recuerda la polémica entre dos grupos, el de la "calle Boedo" y el de la "calle Florida", que dividía la Buenos Aires de la época.

Tenemos el espacio anónimo donde uno puede cometer un crimen como planean los vecinos de Pequeños propietarios. No podemos olvidar que hay también el espacio de la normalidad caótica del cuento más próximo del futurismo de este libro Luna roja:

Las actividades comerciales se desenvolvieron normalmente en la ciudad. Olas humanas hormigueaban en los pórticos encristalados de los vastos establecimientos comerciales, o se detenían frente a las vidrieras que ocupaban todo el largo de las calles oscuras, salpicadas de olores a telas engomadas, flores o vituallas. (p.71)

Algunos flashes de las ciudades de Andrade y Arlt:

Pequeños propietarios registra el crecimiento del odio y de la envidia que alimenta a los vecinos Cosme, un albañil y Joaquín, un corredor. registra el crecimiento del odio y de la envidia que alimenta a los vecinos Cosme, un albañil y Joaquín, un corredor.

En el espacio cerrado, privado de sus casas los propietarios admiten y comparten con sus mujeres los sentimientos que los mueven a buscar la oportunidad de hundir al otro:

Cenaron en silencio y el ojo de Joaquín, el corredor y pequeño propietario, estaba tan inmóvil como su otro de vidrio.

Sólo al acostarse, cuando Eufrasia iba a apagar la lámpara, dijo sin mirar a su esposo, con la voz ligeramente desnaturalizada por el deseo de que fuera natural.

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- Si el dueño de la casa supiera...

- Lo hace meter preso - fue el único comentario del tuerto. (p.79-80)

A su vez el albañil le deseaba al corredor "una catástrofe súbita", pero para su infelicidad sufría de "falta de imaginación", hecho que le atormentaba.

Las figuras caricaturescas, los colores acentuados en la descripción de los personajes, la ironía del narrador al tratarlos como propietarios, aunque pequeños, nos recuerdan algunos cuadros expresionistas donde hay una fuerte distorsión tanto de las personas como de objetos. Éste distorsionamento que es disfrazado en el momento en que se encuentran en un sitio público, abierto como la calle. Aquí los personajes visten sus máscaras y se solidarizan por la "común desgracia del costo del material de construcción" (p.79).

Las mujeres charlando en el límite de sus espacios cerrados - en el cerco de alambre - "eslabonaban conversaciones inagotables, donde se sacaba a relucir la vida de la carbonera y la posibilidad de un tranvía en la calle próxima..." (p.83)

El mismo espacio que es tema de una solidarización mueve a los personajes a una estrecheza de visión, a la falta de imaginación al tener una casa como motivo de concurrencia, de "status". El extravasar de esa angustia tiene como espacio ideal la calle. Es allí que la mayor afición de los propietarios, perjudicar al otro, puede ser desarrollada:

(...) el albañil se veía caer sobre Joaquín con un puñal en la izquierda.

En la esquina lúgubre de su casa, con los desperdicios de basura en la vereda de tierra, y el farol de nafta iluminando con su luz amarilla un círculo del que Cosme brotaba cuando pasaba el tuerto (...) (p.83)

El otro también tiene su "desasosiego", una "ansiedad" por perjudicar al vecino: "(...) entornando los ojos, miró por el intersticio de los postigos el cilindro amarillo que en el fanal del farol oscilaba tristemente y se dio cuenta que en la calle soplaba el viento (...)" (p.84)

Ésta también aparece distorsionada por la poca luz amarilla del farol en los anhelos de los personajes como reflejo de su propia manera de pensar.

El narrador de Contos de Belazarte en Túmulo, túmulo, túmulo nos cuenta algo que sucedió "lá em casa mesmo" en un tiempo que estaba más "endinheirado" y tenía la imaginación movida por el cine: "Achava gostoso esse pedaço de cinema: o dono saindo, vem o criado com o chapéu e bengala na mão" (p.71)

Y es en un tranvía que Belazarte conoce al negro Ellis que aparece descrito de una manera supuestamente cariñosa, pero llena de una carga de depreciación que lo distorsiona. Se percibe también la importancia de los colores en esta larga pero interesante transcripción:

Nem que ele estivesse trabalhando pesado, suor corría, ficava o risco de gota feito rastinho de lesma e só (...)

Só o olhar amarelado, cor de ólio de babosa, é que descansava no meio daquela igualdade perfeita. É verdade que os dentes eram brancos, mas isso raramente se enxergava, porque Ellis tinha um sorriso apenas entreaberto. Estava muito igualado com o movimento da miséria para andar mostrando gengiva a cada passo (p.72)

Ellis intenta aprovechar las posibilidades que la ciudad que se moderniza le proporciona, desea ser conductor; una profesión más especializada que un mayordomo. Sin embargo, al casarse su sueño se acaba, le viene la mala suerte, las dificultades crecen; y él pasa a trabajar como albañil además de ayudar en la casa de Belazarte.

Empieza el gran contraste entre patrón y empleado. Mientras el primero confiesa al lector que la vida le había sido tan bondadosa que no sentía falta de nadie, Ellis nos dice: "Trabalho, sim senhor, mas a vida anda mesmo dura" (p.75)

Hay un rebajamiento de este personaje en los conceptos de la ciudad que progresa y en los de su patrón. Ellis pasa a vivir en un sótano como en un "buraco de tatu", según el narrador, y trabaja en un albañal.

A lo largo de otros cuentos, como en éste, Belazarte busca una aproximación a sus personajes y a su vida sufrida, pero asume ahora una clara postura elevada, diferenciada, de burgués e intelectual: "Não paga a pena a gente imaginar que todos somos iguais, besteira!" (p.78)

Dos párrafos después ironiza la situación de Ellis con una imagen bastante próxima a las que crean los futuristas: "Era a tuberculose que, sem nenhum respeito pelas regras da cidade, estava fazendo cento-e-vinte por hora na raia daquele peito apertado." (p.78)

La ciudad con su ritmo alucinado, con su deshumanidad, haría ya una víctima más. El narrador sufre, pero mantiene su postura de superior, de "aquele que sabia das coisas" hasta el final del cuento: " (...) foi tão humilde que nem teve o egoísmo de sustentar contra mim a indiferença da morte. O olhar dele teve uma palpitação franca pra mim (...)" (p.81)

La oscilación de actitud de Belazarte muestra su propia angustia de intentar comprender la situación de los subproletarios, al mismo tiempo que no quiere estar totalmente identificado con ellos, ya que no quiere perder su "status" de pequeño burgués e intelectual.

Maria Célia Paulillo (1980: 25) ya ha identificado en su tesis esta oscilación: "Toda narração do conto é atravessada por um movimento pendular que oscila entre a certeza dessa distância e um forte desejo de aproximação (...)"

De un modo bastante aproximado hay en Los fieras por parte del narrador, la gana de no identificarse con aquellos que están a su lado. El narrador nos dice que "a pesar de haberme mezclado con los de abajo, jamás hombre alguno ha vivido más aislado entre estas fieras que yo" (p.89).

Y en su angustia por distinguirse acaba también por escribir un cuento contando su historia.

El alejamiento del narrador se da tanto en relación a la persona para quien escribe el cuento como en los "fieras", sus compañeros en el submundo.

A pesar de las ventajas ofrecidas por la ciudad moderna, éstas no le son compartidas, lo que le causa un gran sentimiento de soledad, de angustia:

Caminaba como antes por las calles, miraba los objetos que se exhiben en las vitrinas, y hasta me detenía sorprendido frente a ciertas ingeniosidades de la industria, mas la verdad es que estaba horriblemente solo (p.96).

Hay una separación de la sociedad donde vive, y en la cual no está insertado. Esta ruptura es evidente al hablar de su amada:

Incluso he cambiado de nombre, de manera que aunque a todos los que pasan les preguntaras por mí, nadie sabía contestarle.

Sin embargo, vivimos aquí en la misma ciudad, bajo idénticas estrellas.

Con la diferencia, claro está, que yo exploto a una prostituta, tengo prontuario y moriré con las espaldas desfondadas a balazos, mientras tú te casarás algún día con un empleado de banco o subteniente de la reserva (...) (p.89).

La ciudad es la misma, pero el espacio social que se ocupa en ésta es bastante diferente entre éstos dos personajes. Los dos están confinados en sus respectivos "mundos". Como escribe Beatriz Pastor (1980: 80):

El espacio del lumpen está dividido en dos partes centrales; la primera, y más importante, es el café, y la segunda es el prostíbulo.

Pero esta apertura es más aparente que real y, a medida que vamos penetrando en ese mundo del lumpen con el personaje, vemos que es tan cerrado al exterior como el de la pequeño-burguesía.

El narrador define a sus compañeros por asociaciones con animales, como ocurre en otros cuentos y principalmente en El Jorobadito. Para diferenciarse, ellos son los "fieras", que se parecen a "yacaré", "hipopótamos", "bestias". Son descritos peyorativamente deformados como Ellis: "El pelo de Tacuara es lacio y renegrido; los ojos oblicuos y pampas; la cara redonda y como espolvoreada de carbón, y la nariz chata." (p.88)

El espacio de ese narrador es el supuestamente abierto, el de la calle del lumpen, o entonces el cerrado, pero casi público de los prostíbulos y de los cafés: "Ahora en la mesa del café, bajo las luces amarillas, blancas y azules, el silencio constituye un reposo (...)" (p.100)

La rutina de la vida nocturna del submundo tiene sus colores intensificados por él, que se sabe haciendo parte del "socavón de la infrahumanidad" o del "engranaje perezoso", engranaje del cual el narrador no sabe salir y donde va cada vez más hundiéndose.

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El rebajamiento que vimos en Ellis y en el narrador de Los fieras ocurre también en Paulinho de Piá não sofre? Sofre. . Éste literalmente se hunde con la tierra, comiéndosela, así como también a los animales que allí encuentra:

Nessa esperança de matar a fome, Paulinho foi descendo a coisas nojentas. Isto é, descendo, não. Era incapaz de pôr jerarquia no nojo, e até o último comestível inventado foi formiga. Porém não posso negar que uma vez até barata (...) (p.89)

Belazarte repite varias veces que Paulinho "sobrava naquela casa", lo que refuerza el desprecio que su madre, una lavandera, siente por él.

Cuando su vida parecía empezar a mejorar, ya que su abuela lo lleva a vivir en su casa, su suplicio estaba sólo continuando. La repugnancia de la abuela y sus hijas con él lo confina al patio de la casa. Si antes la tierra era su consuelo para el hambre, ahora pasa a ser su consuelo para la soledad.

Si no tiene acceso al espacio interior, familiar de la casa, la calle desconocida, y nunca vista le es amedrentadora. Como en el momento en que confunde la chimenea de una fábrica con un gran zapato preparado a pegarlo. Pero aprende rápido a descifrar algunos signos de la ciudad: "O sol já estava alto, porém Paulinho sabia que só depois das fábricas apitarem havia de ter feijão com arroz nos tempos ricos (...)" (p.88)

Las personas de la ciudad también le dan miedo:

Os grupos de operários passando, ficavam quase negros contra a luz. Tudo estava muito claro e preto, incompreensível. Os monstros corriam escuros, com moços dependurados nos estribos, badalando umas polvadeira vermelha na calçada. Gente, mais monstros e os cavalões nas bonitas carroças (...) (p.95)

Blancos y negros, deformaciones como en un gravado expresionista al mismo tiempo que hay algunas imágenes de un claro futurismo, que llega en algunos momentos a ser irónico con el personaje:

(...) teve um anjo-da-guarda caridoso que depositou na língua do felizardo o micróbio do tifo. Micróbio foi pra barriguinha dele, agarrou tendo filho e mais filho a milhões por hora, e nem passaram duas noites, havia lá por dentro um footing da microbiada marchadeira, que o asfaltinho das tripas gastou. (p.86)

La confluencia de las angustias:

Beatriz Sarlo (1992:15) encuentra en las novelas y en algunos cuentos arltianos una ciudad que es una "hipótesis de futuro" a pesar de ese espacio de la "mezcla" ser un "disparador de la angustia". En El Jorobadito y en Contos de Belazarte (al revés de la posibilidad de un futuro como ocurre en las novelas de Arlt) hay una vuelta hacia el pasado. Retratando muchas veces el presente como un camino angosto, estrecho, que la ciudad ofrece a los personajes, camino éste que no los lleva al futuro:

(...) meu Deus! como a vida esperada se mecaniza... Não sei...Ellis creio que não, mas eu já fazia muito que estava acostumado a sentir Ellis morto. E aquela espera da morte, que não me dava mais que uma saudade cômoda do passado (Túmulo, túmulo, túmulo, p. 79)

Ya señala eso en los cuentos de Arlt, Beatriz Pastor (1980: 88)

Como las fieras y el narrador de este cuento, los tuberculosos viven anclados en el momento del pasado que los separó definitivamente del mundo (...).

Como los hombres del lumpen, los tuberculosos viven sumergidos en el hastío en espera de la propia destrucción.

El gran punto de encuentro que se percibe entre personajes tan distintos como el pequeño-burgués Belazarte, el narrador de Los fieras y El Jorobadito, Paulinho, Nízia Figueira entre otros es la falta de perspectiva en sus vidas y, exactamente por eso, los cuentos no tratan del futuro.

Si ocurre un "intento de resolución del conflicto individuo-sociedad" (Pastor, 1980:115) ése no lleva a los personajes a reaccionar contra el espacio social, sino que crea un aislamiento de éstos, una ruptura, como ya vimos que le ocurre al narrador Belazarte.

La única manera que estos narradores (Los fieras, Belazarte, etc.) encuentran para reaccionar contra el mundo en que viven es escribir sus narrativas. Sarlo (1992: 56) dice sobre los personajes del escritor argentino que "la única forma de rebelión no inhibida es puramente verbal".

Los personajes de Arlt, a pesar de traer siempre una carga grande de revuelta (al revés de lo que ocurre con los de Andrade), siguen en el "engranaje perezoso" en que se encuentran, no hay siquiera la tentativa de salir de esa inmovilidad.

Esta estagnación angustiante aparece en Contos de Belazarte reforzada por el final irónico que presentan algunos de los cuentos como por ejemplo: Terezinha era muito infeliz. Dicha ironía se invierte en el último cuento que después que el narrador describe la vida miserable y triste que vive Nízia Figueira dice: "era muito feliz".)

En sus cuentos Arlt y Andrade se preocupan muchísimo con la creación de determinadas imágenes que chocan al lector, que llaman la atención por sus colores fuertes o por sus blancos y negros deformantes, y también por sus imágenes de máquinas y engranajes de la ciudad moderna, que con su ritmo alucinante rodea a sus habitantes.

Andrade, como destaca Telê Porto Ancona (1992: 13), "conhecia o estilo ligado à reprodução imediata das visões. Percebia que a cena era, para os expressionistas, o meio de trazer as antinomias dilacerantes, colocando-as numa atmosfera suspensa, muito semelhante à atmosfera do cinema".

Extendiendo esta idea a los cuentos de Arlt, sin desear enmarcarlos al movimiento expresionista o cualquier otro, se percibe en las líneas finales de algunos de sus cuentos también una "atmósfera suspensa" como si estuviéramos mirando un cuadro o una escena de cine, que tanto fue citado por los dos en sus obras.

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Veamos la falta de acción y como están apartados de la ciudad, del espacio en que viven, los dos personajes, uno es el marginado del cuento Los fieras de Arlt:

Por eso, cuando en el silencio que guardamos junto a la mesa de café, repiquetea el timbre del teléfono, un sobresalto nos mueve las cabezas, y si no es para nosotros, bajo las luces blancas, bermejas o azules, Uña de Oro bosteza y Guillermito el Ladrón barbota una injuria, y una negrura que ni las mismas calles más negras tienen en sus profundidades de barro, se nos entra a los ojos, mientras tras el espesor de la vidriera que da a la calle pasan mujeres honradas del brazo de hombres honrados. (p.101)

Y el otro ejemplo de la falta de acción delante la ciudad es el niño del cuento en Piá não sofre? Sofre de Andrade:

Paulinho de-pezinho, sem um gesto, sem um movimento, viu afinal lá longe o vestido azul desaparecer. Virou o rostinho. Havia um pedaço de papel de embrulho, todo engordurado, rolando engraçado no chão. Dar três passos pra pegá-lo... Nem valia a pena. Sentou de novo no degrau. As cores da tarde iam cinzando mansas. Paulinho encostou a bochecha na palminha da mão e meio enxergando, meio escutando, numa indiferença exausta, ficou assim. Até a gosma escorria da boca aberta na mão dele. Depois pingava na camisolinha. Que era escura pra não sujar. (p.96)

En El Jorobadito y Contos de Belazarte el presente en la ciudad moderna es miserable y estrecho y frustra la posibilidad de futuro. Sólo resta a los habitantes de la ciudad vivir anclados en su angustia, sea ella acompañada de una presunta revolución o no. 

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Notas:

1 Publicado en 1934, a pesar de presentar cuentos escritos entre 1923 y 1926. Publicado en 1934, a pesar de presentar cuentos escritos entre 1923 y 1926.

2 Terminología equivalente al modernismo de la literatura brasileña. Terminología equivalente al modernismo de la literatura brasileña.

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