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Una amplia apertura para la unidad del español
Intervención en el coloquio interatlántico 

Nombre del Autor: Ofelia Kovacci

Bandera de Argentina

El español, una lengua mestiza. Intervenciones completas del coloquio interatlántico organizado por Comunica - Unidad en la Diversidad. Texto reproducido con el permiso del Prof. Tito Drago, editor de la revista Comunica.

Minicurrículo: Es presidenta de la Academia Argentina de Letras.

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En el último cuarto de siglo la Real Academia Española, en conjunto con las veintiuna Academias que forman la Asociación de Academias de la Lengua Española, ha manifestado firmemente la voluntad de mantener la unidad de su idioma común, el español, respetando las diferencias propias de cada país o región. Diferencias naturales y lógicas en una lengua que se extiende en un área geográfica tan extensa, que abarca tantas naciones con características históricas, sociales y culturales peculiares. Es asombroso comprobar cómo ha podido mantenerse en el tiempo la comprensión recíproca de los hablantes, principalmente en la lengua culta, que no es más que la lengua que se supone debe tener todo hablante que haya pasado por la escuela.

Sin embargo, en el siglo XIX, muchos americanos suponían que la independencia política alcanzada por sus países debía acompañarse de la independencia lingüística, utopía que creían derivaría de la lectura de pensadores de otras lenguas, en esa época principalmente los franceses y algunos ingleses. Hubo también ilustres escritores y estudiosos del idioma español que temían que la lengua se fragmentara por las diferencias, como ocurrió con el latín en la Romania (que dio lugar al español, al francés, al catalán). Ambas preocupaciones se reflejan en Don Andrés Bello, ilustre venezolano que marcó una larga etapa en la vida intelectual de Chile. Bello propuso una de las reformas a la Ortografía (entre otros autores, también lo hizo el argentino Sarmiento), de la que desistió tras largas polémicas. Sin embargo, compuso su gramática castellana en defensa de la unidad de este supremo bien común de los hispanohablantes; Bello dedicaba su Gramática al uso de los americanos, pero ilustraba su doctrina con ejemplos de clásicos peninsulares, en épocas en que la acción de la escuela, de la educación, no sólo podía elevar la condición social y cultural (como decía y quería Sarmiento), sino también conservar los rasgos de la lengua consolidados a través del tiempo, aunque vulnerables al influjo de otras culturas y sus lenguas (caso del francés, en esa época).

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Los medios hacen y deshacen la lengua

Ocurre que las lenguas son organismos vivos destinados a satisfacer las necesidades de los hablantes de nombrar, expresarse, comunicarse; y deben ser flexibles para la creación intelectual y literaria. Las lenguas acompañan los cambios de hábitos y estilos de vida, las innovaciones científicas, técnicas, ideológicas, sociales, a que las sociedades están sujetas. En tiempos de Bello las amenazas a la unidad de la lengua y a su tradición –al genio de la cultura- se combatían con la educación, la gramática, los libros. Hoy muchos estudiosos consideran que los medios de comunicación orales y escritos son los que «hacen y deshacen» la lengua, pero yo creo que esta frase no es puramente literaria sino que es muy cierta y refleja lo que está sucediendo. Y en estos momentos poco puede la escuela ante la difusión muchas veces pobre, defectuosa, de la lengua por esos medios poderosos.

Las inquietudes de la Asociación de Academias de hace medio siglo, ratificadas posteriormente en diversas oportunidades, sienten hoy la multiplicada y difícil tarea específica de velar por la unidad de la lengua intensificando la permanente observación, el estudio, la actualización normativa mediante diccionarios y gramáticas. Pero también empleando medios técnicos que permiten el mejor y más amplio conocimiento de los usos, como son los corpora de textos escritos y orales que almacenan millones de palabras en sus contextos de empleo, y las pronunciaciones y la prosodia en las muestras orales. Este material, que se va recogiendo mediante encuestas y se somete a procedimientos informáticos, permite conocer la extensión de los usos, establecer su estructura y sus normas, y sirve de base más fidedigna a diccionarios y gramáticas.

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A las Academias corresponde proponer y corregir

La Real Academia Española y las demás Academias, las americanas, la Filipina y la de Estados Unidos de Norteamérica, abocadas a estos desafíos, consideran a las comunicaciones masivas el vehículo más poderoso de difusión de los usos, de modo que los varios sistemas de comunicación actuales, especialmente los electrónicos, pueden ser también aliados en su tarea de defensa de la lengua.

Ahora bien, los medios masivos, como la radio, la televisión y los demás medios electrónicos, pueden tanto difundir errores o generar dudas idiomáticas como contribuir a la unidad de la lengua. También el señor Bergia ha mencionado los «culebrones», las telenovelas, que se transmiten por la televisión. Un académico de la Real Academia Española y correspondiente de la Argentina de Letras ha observado que la difusión en España de «culebrones» televisivos de origen mexicano, venezolano o argentino ha contribuido a romper fronteras lingüísticas dialectales, como en el caso de los jóvenes que en Burgos calificaban unos zapatos de chéveres (incorporando un término venezolano a su habla diaria), o el de los «aplazados en un examen» (del habla argentina) en lugar del peninsular suspendidos; o rescatando del olvido antiguos usos: el platicar mexicano que le recordaba a Gregorio Salvador el «platicar»  que empleaba en su infancia en Granada.

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También existen dudas comunes a los hispanohablantes de distintos países y regiones, y su corrección, o la propuesta de solución unitaria compete, sí, a las Academias. Igualmente, la adopción, adaptación o sustitución de extranjerismos y neologismos que día a día acrecientan su caudal. Y ¿puede haber un vehículo más poderoso y veloz para dar a conocer permanentemente esta labor de recomendación y difusión de normas comunes, que los medios de comunicación más actuales?; no sólo la TV, sino también las redes informáticas, cuya expansión ha ido incrementándose en los últimos años, o –tal vez- como la radio y la televisión, lleguen a todos y a todos los ámbitos en un futuro más o menos próximo.

Ya la Real Academia Española y algunas Academias americanas, entre ellas la Argentina, no sólo se comunican sus labores por correo electrónico, sino que han abierto páginas en Internet para difusión de su trabajo en forma interactiva con quienes las consultan.

Por ejemplo, la Real Academia Española en su página tiene un espacio sobre dudas idiomáticas frecuentes con los materiales que hace años está recopilando y estudiando la Academia Argentina de Letras. 

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Y con respecto a la Academia Argentina de Letras diría que estas dudas idiomáticas frecuentes, editadas en forma de pequeños fascículos (todos deben conocerlos en la Feria del Libro anual, porque allí se distribuyen a escolares, periodistas y público en general) están creciendo de manera que en un futuro no lejano (creo que en dos años, no más) se convierta en un Diccionario del Habla de los Argentinos.

También la Academia Española, con el beneplácito de las demás Academias, de América, la norteamericana y la filipina, ha firmado convenios de normalización del español con empresas sumamente importantes e influyentes como Microsoft. El año pasado, el señor Bill Gates firmó en la Real Academia Española un convenio para utilizar dentro de sus productos informáticos la lengua de acuerdo a las normas de las Academias, con un concepto de «panhispanismo», como le gusta decir al actual presidente de la RAE.

También quiero citar el convenio con Telefónica, que se firmó en marzo o abril de este año, para la ayuda con respecto a un gran Diccionario de Dudas de todo el ámbito hispanoamericano, que va a publicar algún día la Real Academia Española.

 

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