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|  | 07 | Los cien nombres de nuestra América | 
| Nombre del Autor: Tito Drago | ||
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 | tdrago@comunica.es | |
| Palabras clave: Latinoamérica  Iberoamérica  España | ||
| Minicurrículo: Periodista y escritor hispano-argentino, residente en Madrid, Director de Unidad en la diversidad (revista informativa sobre la lengua española), Director de la agencia internacional de noticias IPS en España, presidente honorario del Club Internacional de Prensa y autor, entre otros libros, de "El retorno de la ilusión (caso Pinochet)" (1999), "Chile, un doble secuestro", 1993, "Centroamérica, una paz posible", 1987) y "El futuro es hoy. Medio Ambiente y Desarrollo" (1990), además de una veintena en colaboración con otros autores. | ||
| Resumo: A pesar das solenes declarações espanholas de irmandade com os países de fala espanhola e portuguesa da América, na Espanha ainda existe uma confusão a respeito de como se deve denominar a região latino-americana. Em alguns meios de comunicação, mas fundamentalmente nas esferas oficiais, predomina a expressão Iberoamérica, com uma inocultável pretensão de hegemonia. Neste artigo se fundamenta a razão da denominação de América Latina e se outorga à de Iberoamérica um sentido diferente, ja que nela se englobam os países americanos e europeus de fala portuguesa e espanhola. | ||
| Resumen: A pesar de las solemnes declaraciones españolas de hermandad con los países de habla española y portuguesa de América, en España todavía existe una confusión acerca de cómo se debe denominar a la región latinoamericana. En algunos medios de comunicación, pero fundamentalmente en esferas oficiales, predomina la expresión de Iberoamérica, con una inocultable pretensión de hegemonía. En este artículo se fundamenta la razón de la denominación de América Latina y se otorga a la de Iberoamérica un sentido diferente, ya que en ésta se engloba a los países americanos y europeos de habla portuguesa y española. | ||
Los tiempos de América
Otros nombres con fundamentos
Lo mismo, pero diferente
Iberoamérica, una doble acepción
Nuestra América
| A pesar de las
    solemnes declaraciones españolas de hermandad con los países de habla española y
    portuguesa de América, en España todavía existe una confusión acerca de cómo se debe
    denominar a la región latinoamericana. En algunos medios de comunicación, pero
    fundamentalmente en esferas oficiales, predomina la expresión de Iberoamérica, con una
    inocultable pretensión de hegemonía. Otros sectores, minoritarios pero nostálgicos y
    recalcitrantes, hablan lisa y llanamente de Hispanoamérica.Muchas definiciones nacieron y murieron desde que
    los primeros cronistas de Indias, como Pedro Cieza de León, denominaron Nuevo Mundo de
    Indias o Indias del Mar Océano a aquellos territorios, hasta que sus habitantes
    resolvieron denominarse a sí mismos latinoamericanos, y a su región América Latina,
    Latinoamérica o, en la expresión oficial de sus Estados, América Latina y el Caribe.
    El eurodiputado español Enrique
    Barón reconoce como legítima esa expresión bajo un argumento incontestable: "En
    América Latina, sus habitantes denominan así a la región, y a la gente, para tratarla
    con respeto, hay que reconocerle su propio nombre".
    En rigor, ninguna de las
    denominaciones que pueden historiarse resiste un análisis científico. 
    Se suelen invocar expresiones con
    las que los indígenas designaban a la tierra, como Abia Ayala, en Panamá; Ne
    tunan talteche, en El Salvador, o Pacha Mama, en ciertas zonas de América del
    Sur. Todas ellas se refieren a la madre tierra, pero como algo cercano, propio, que
    da y sostiene la vida, y que distan de abarcar a la totalidad de un territorio o región,
    con criterio geográfico o geopolítico. No obstante, la principal objeción para adoptar
    cualquiera de ellas es que su uso como sinónimo de América ni siquiera se ha
    generalizado entre los pueblos indígenas. 
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| Los tiempos de AméricaEn lo que no se
    manifiestan dudas, es que América es la designación del continente que va desde Alaska
    hasta Tierra del Fuego, para gloria de un italiano nacionalizado español, Américo
    Vespucio. Las discusiones aparecen a la hora de agregarle sílabas que permitan
    diferenciar a la América meridional de la sajona.
    Un argumento que se suele esgrimir
    para rechazar la denominación de América Latina es atribuirle su paternidad a los
    franceses. En rigor, el primero que utilizó esa denominación y el gentilicio
    latinoamericano fue el chileno Francisco de Bilbao, quien lo hizo en 1856. Bilbao publicó
    varios trabajos propugnando la unidad de América Latina para oponerse a Estados Unidos,
    un Estado que, decía, "cree en su imperio como Roma creyó en el suyo".
    Es cierto que Francia recibió con
    alborozo el neologismo, y se apresuró a propagarlo como una manera de afirmar su
    presencia colonialista en América. Hay quienes en España niegan la denominación de
    América Latina con el argumento de que aceptarla sería reconocer una hegemonía
    francesa, como si se tratara de optar por uno u otro amo, aunque más no fuera en el plano
    cultural. Una posición, esa, que de sólo plantearse se convierte en un insulto para los
    latinoamericanos, lo suficientemente adultos como para rechazar cualquier hegemonía. 
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| Otros nombres con
    fundamentosTodas las demás denominaciones que surgieron tienen alguna razón de ser,
    pero son incompletas y carecen de la legitimidad dada por los interesados directos a
    través del uso.
    
      
    
    Indoamérica, es una
    expresión indigenista acuñada en 1930 por el peruano Víctor Raúl Haya de la Torre, y
    retomada después con un contenido socialista por su connacional José Carlos Mariátegui.
    Pero también es parcial, pues deja de lado el ingrediente africano que, en mayor o menor
    medida, está presente en toda América.
    El término Afroamérica
    nació por la misma época y logró afirmarse en el campo cultural pero, al igual que
    Indoamérica, no resistió la prueba del uso para abarcar a la globalidad de América
    Latina.
    La denominación de Hispanoamérica
    tiene a su vez varios tiempos. La primera, que dominó en todo el siglo XIX, fue diseñada
    por el libertador Simón Bolívar, apuntaba a la unión de las repúblicas recién
    liberadas y, paradójicamente, era muy antihispánica. 
    La segunda apareció en 1898,
    durante la guerra de Cuba, tiene un carácter proespañol y resume un discurso de
    hegemonía con respecto a la región, cimentado en torno a las ideas de Ramiro de Maeztu.
    Una tercera variante, legítima, es
    la que acepta ese término para definir al conjunto de países que reconocen al español o
    castellano como su propia lengua. Así, se puede hablar de una literatura hispanoamericana
    para referirse a lo escrito en español y sin menoscabo de que existan también la
    literatura latinoamericana, española, argentina, brasileña, mexicana o de cualquier otra
    nación. 
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| Lo mismo, pero diferenteAdemás del sentido que le confirió Francisco de Bilbao, la noción de América Latina reconoce otros tiempos. En la segunda década de este siglo fue reivindicada por los impulsores de la reforma universitaria. Después llegaron los desarrollistas, nucleados en torno a Raúl Prebisch en la Comisión Económica para América Latina (CEPAL). Más tarde, con el triunfo de la Revolución Cubana (1959) el latinoamericanismo se convirtió en la bandera de los movimientos de liberación nacional y social, armados o no, y unida a la reivindicación del desarrollismo, adquirió una carta de existencia definitiva como señal de identidad de una región que se niega a ser colonia de los Estados Unidos de (norte) América. En la actualidad, superada esa etapa, el concepto de América Latina aparece ligado al reconocimiento de la necesidad de la integración como una condición indispensable para que se integre en la globalización en condiciones competitivas. Hoy más que nunca, los habitantes de la América de habla hispana y portuguesa se sienten identificados con el nombre de Latinoamérica. Iberoamérica, una doble acepción La noción iberoamericana fue también un producto de la guerra de Cuba y apuntaba a recuperar en lo cultural el imperio desaparecido, y sus defensores, a partir de 1904, la utilizaron en contra del latinoamericanismo. Desde entonces, quienes dentro o fuera del aparato de Estado español sustentan una concepción hegemónica sobre las ex colonias, aunque más no sea en el plano cultural, usan Iberoamérica en lugar de Latinoamérica. Ello se nota en algunos discursos oficiales, en la denominación de reparticiones públicas y, de vez en cuando, en algún funcionario latinoamericano de visita que viene a gestionar créditos o cooperación y habla de Iberoamérica en forma impropia, dando la ingrata impresión del siervo que quiere congraciarse con su amo. No obstante, Iberoamérica y el iberoamericanismo tienen una acepción correcta, cuya máxima expresión se materializa en las Conferencias Iberoamericanas de Jefes de Estado y de Gobierno. En ellas, desde la primera celebrada en 1991 en la ciudad mexicana de Guadalajara, participan los mandatarios de los 19 países de habla hispana y portuguesa de América y los dos de Europa. Esos 21 países crearon en noviembre de 1999, en la Cumbre de La Habana, la Secretaría Permanente de Cooperación Iberoamericana y todos ellos, además, son miembros de la intergubernamental Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI). | |
| Con esa
    acepción, es decir englobando a España, Portugal y los países de América Latina y el
    Caribe de habla española y portuguesa, no deberían existir motivos de rechazo al
    término Iberoamérica, ya que designa a algo distinto que América Latina y, si se
    quiere, más amplio. Las autoridades españolas deberían ser consecuentes con esa
    interpretación y utilizar América Latina para referirse a la región del otro lado del
    Atlántico e Iberoamérica para la comunidad de habla española y portuguesa de ambas
    orillas. Y en un plano de igualdad. Lo contrario sólo serán supervivencias de un
    espíritu colonialista, impropio de la época actual y de la España democrática.
    
    Nuestra América
    Queda para los latinoamericanos,
    mientras tanto, la posibilidad de recuperar el uso del nombre de América y el gentilicio
    americanos para designarse a sí mismos, sin más agregados. Algo de lo que están
    imposibilitados, por ahora, en virtud de la apropiación indebida y realizada
    unilateralmente por los todavía poderosos vecinos del norte.
    Algún día serán ellos quienes
    tendrán que inventarse un gentilicio (¿usamericanos?) para diferenciarse del resto de
    los habitantes del continente.
    Mientras, hay que recordar que
    "Nuestra América", como la llamó José Martí, tiene cien nombres y que, hoy
    por hoy, el reconocido por los propios interesados es el de América Latina. (Comunica
     Madrid, 2000, www.comunica.es). 
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