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La verdad y la ficción en el Quijote a partir de su prólogo

Nombre del Autor: Ester Abreu Vieira de Oliveira

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ester_oliveira@vix.nutecnet.com.br

Palabras clave: Literatura Hispânica - Técnica narrativa - Intertextualidade

Minicurrículo: Departamento de Línguas e Letras – Universidade Federal do Espírito Santo - Faculdade de Letras – CESV; Presidente da Associação dos Professores do Estado do Espírito Santo.

Resumo: A importância da obra cervantina nos proporciona questionar, a partir do prólogo do Quixote, parte de um livro que se considera como verdade absoluta do autor, o aspecto do romance centrado no ser e parecer, enfatizando a verdade e a mentira, a história e a ficção. Objetivamos apresentar esta obra porque nela aparece claramente essa questão. Reunir em um texto a verdade e a mentira, a história e a ficção, ao mesmo tempo em que faz uma narrativa parece ser a técnica de Cervantes para comprovar a "verdade". Com o recurso da ironia, este escritor, desde o prólogo do Quixote nos ensina como se faz um romance.

Resumen: La importancia de la obra cervantina nos lleva a plantear, a partir del prólogo del Quijote, parte de un libro que se considera como verdad absoluta del autor, el aspecto de la novela centrado en el ser y el parecer, con la puesta en foco de la verdad y la mentira, la verosimilitud y la ficción. Si objetivamos presentar esta obra es porque en ella tiene lugar, por excelencia, esa dudosa cuestión. Conjugar en un texto la verdad y la mentira, la historia y la ficción, al mismo tiempo en que cuenta una ficción parece ser la técnica de Cervantes para comprobar "la verdad". Con el recurso de la ironía, este escritor, desde el prólogo del Quijote nos enseña cómo se hace una novela.

En torno mío abre sus hondos flancos el bosque.

En mi mano está un libro: Don Quijote, una selva ideal.

Ortega y Gasset, Meditaciones.

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En el universo literario, las obras de arte se completan una con las otras en un infinito diálogo en el cual no el mismo, sino un otro surge de esta repetición. Esto crea una cierta dependencia de un escritor con su antecesor. Lo que hace necesario valorizarlo, situándolo por contraste o comparación con los que le antecedieron. Los historiadores de la literatura buscan descubrir a quién el escritor imitó, qué influencia el texto sufrió en la génesis. Con el cambio del concepto de plagio desde los formalistas rusos, se establece el de la intertextualidad.

En Ficciones Borges niega el plagio recreando el Quijote y afirmando que "todas las obras son obras de un solo autor, que es intemporal y es anónimo", (BORGES, 1986, p.28).

Desde luego hay obras que no repiten el modelo, sino lo disuelven lo recrían en un lenguaje lúdico. Es con un semejante juego dialógico que la novela de caballería medieval dio origen a la obra de Miguel de Cervantes Saavedra Don Quijote de la Mancha, publicada en dos partes y en distintas épocas, cuando su autor tenía 57 años. Cada una lleva sus respectivos títulos: la primera, lanzada a la luz de los lectores en 1605, con el título El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, compuesto por Miguel de Cervantes Saavedra; la segunda parte sale a la luz titulada: SEGUNDA PARTE DEL INGENIOSO CAVALLERO DON QUIXOTE DE LA MANCHA. POR MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA, AUTOR DE SU PRIMERA PARTE, EN 1615.

Desde su publicación su fama creció. No es exagerada la afirmación de Sansón Carrasco de que habían sido

impresos más de doce mil libros de la tal historia; si no, dígalo Portugal, Barcelona y Valencia, donde se han impreso; y aun hay fama que se está imprimiendo en Amberes, y a mí se me trasluce que no ha de haber nación ni lengua donde no se traduzca.(CERVANTES, 1956, 2ª,3, p. 367)

De 1612 a 1613 salieron de la primera parte tres ediciones en Madrid, dos en Valencia, dos en Bruselas, dos en Lisboa (donde se eliminó, por prejuicios religiosos, la parte en que don Quijote hizo un rosario de tela) y una en Milán. Ente 1700 y 1808 hubo 44 reimpresiones, incluso resumida en pliegos.

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Es incuestionable la importancia del libro para la historia de la literatura, no por su anécdota sino por su esencia. Son testigos del éxito alcanzado a lo largo de los siglos no sólo la variedad de reimpresiones sino también los varios estudios que surgieron con base en él. Aunque Borges dice, en Ficciones, que "el Quijote (...) fue entre todo un libro agradable; (y) ahora es una ocasión de brindes patriótico, de soberbia gramatical, de obscenas ediciones de lujo"(BORGES, 1986, p.58), esa obra tiene un tal rango que ese mismo escritor a ella dedicó su atención.

Los primeros lectores del Quijote, por supuesto, tuvieron menos problemas para resolver que los posteriores, principalmente en cuanto al código lingüístico y a la historicidad del contenido en el texto, pues son los mismos de ellos, o casi. Sin embargo, los altibajos de lejanía histórica que, a veces suspenden la interpretación del lector, pueden ser sanados si se buscan a explicarlos por las características formales del texto. Pero, sin lugar a duda, aunque se tilden de equívocas las posteriores lecturas, ellas son un índice de lo monumental de la obra. De ahí se deduce que hay legitimidad en las lecturas motivadas, además de que trazan el camino de la popularidad de la obra que, por su excelencia, viene imponiéndose al lector, suscitándole reacciones para descifrarla. La estética de la recepción muestra que una obra, a lo largo del tiempo, hace nuevas y diferentes respuestas a aquellos que la leen, según su pensamiento y experiencias. Borges (Ibidem, p. 157) nos aclara que el diálogo que el libro establece con el lector es infinito y Ortega y Gasset afirma que la obra se completa "completando su lectura".

Al protagonista del Quijote suelen identificarlo a la humanidad o a la propia España como lo hizo Ortega y Gasset describiendo su figura como "parodia triste de un Cristo más divino y sereno; (...) un Cristo gótico, macerado en angustias modernas; un Cristo ridículo de nuestro barrio (...)" agregando que está entre unos tantos españoles que se reúnen sensibilizados "por la miseria ideal de su pasado, la sordidez de su presente y la acre hostilidad de su porvenir". Su "fisionomía disparatada compagina aquellos corazones dispersos, los ensarta como en un hilo espiritual, los nacionaliza, poniendo tras sus amarguras personales un comunal dolor étnico".(ORTEGA Y GASSET, 1966, p. 56-8) .

Se considera el libro como la primera matriz novelesca moderna, o sea, se dice que toda obra lleva en su interior un Quijote.

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Del valor de la obra dijo Roa Bastos que "el horizonte dinámico de la Modernidad de la novela comienza con el Quijote". Y Gautier, que es "La exaltación caballeresca, es espíritu aventurero unido a un gran sentido práctico a una bonachonería jovial llena de finura y causticidad". (GAUTIER., 1971.p. 207).

Por todo ello se deduce que hay dos formas de entender el Quijote; una la renovadora y otra la de simple sátira.

De Cervantes se sabe que fue un escritor de poco éxito en su época y de pocos estudios universitarios, por motivos financieros y familiares. Se le nota que es un grande lector, no sólo en sus relatos, sino en la propia biblioteca de don Quijote. A esas afirmaciones se agregan las afirmaciones de su afición a la lectura, "leer, aunque sean papeles rotos de las calles" (CERVANTES, 1ª, 9).

Cervantes escribe una obra de valor universal, porque supo hacer un equilibrio entre el mundo ideal y real en la ficción. Separa dos mundos: el ideal caballeresco (sus valores), muy preciado en su época, del real, mostrando la desproporción existente entre los valores de la realidad cotidiana, cruel cuando tiene delante sí a un soñador, e introduce un nuevo "género narrativo" que resulta de la fusión de varios. Mira el mundo desde la cumbre del Renacimiento y descubre uno interno (la conciencia, lo subjetivo), mientras escribe una novela que da primacía a lo psicológico. En los personajes, Don Quijote y Sancho Panza, - "ficción poética de Cervantes"(UNAMUNO, 1952,p. 10) - el novelista señala el desajuste entre la vida real y la conducta que mostraba la narrativa de caballeros andantes, opone a las ficciones caballerescas la pobre realidad provinciana de su país. Y así nos presenta los dos protagonistas de una forma "esperpéntica", adornados de adjetivos e intensificadores, como se puede observar en el fragmento a continuación después de la batalla con el "gallardo vizcaíno y el "valiente manchego", descripta, según el narrador, en unos papeles arábicos de un Cide Hamete Benengeli:

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Estaba en el primero cartapacio pintada muy al natural la batalla de don Quijote con el vizcaíno, puestos en la mesma postura que la historia cuenta, levantadas las espadas, el uno cubierto de su rodela, el otro de la almohada, y la mula del vizcaíno tan al vivo, que estaba mostrando ser de alquiler a tiro de ballesta. Tenía a los pies escrito el vizcaíno un título que decía: Don Sancho de Azpeitia, que, sin duda, debía de ser su nombre, y a los pies de Rocinante estaba otro que decía: Don Quijote. Estaba Rocinante maravillosamente pintado, tan largo y tendido, tan atenuado y flaco, con tanto espinazo, tan ético confirmado, que mostraba bien al descubierto con cuánta advertencia y propiedad se le había puesto el nombre de Rocinante. Junto a él estaba Sancho Panza, que tenía del cabestro a su asno, a los pies del cual estaba otro rétulo que decía: Sancho Zancas, y debía de ser que tenía, a lo que mostraba la pintura, la barriga grande, el talle corto y las zancas largas, y por esto se le debió de poner nombre de Panza y de Zancas; que con estos dos sobrenombres le llama algunas veces la historia. Otras algunas menudencias había que advertir; pero todas son de poca importancia y que no hacen al caso a la verdadera relación de la historia, que ninguna es mala como sea verdadera. (CERVANTES, 1ª, 9)

Cervantes escribe una novela en la que lo falso se hace pasar por verdadero o todo lo que gira entorno de la oposición que había sido estudiado por Platón, Aristóteles, San Agustín (y que fue basculado, aun, por Heidegger). Y si la palabra no es portadora de verdad, sino que potencialmente esconde la mentira, es porque los significantes elegidos no están ligados por ningún lazo a los significados, puesto que así funciona la ironía.

Se puede comprender a Cervantes, por lo que escribió, que era mordaz. En El Quijote, siguiendo esa su tendencia, satiriza valores, temas actitudes, personajes y convenciones literarias que caracterizan las novelas de caballerías y la propia España, al mismo tiempo en que renueva la narrativa y nos ofrece una obra ambigua. Ficción y realidad es el centro para donde se converge la patentización de una verdad: la verdadera manera de hacer una novela. Al fundarla asumió el ser-ficción de la novela pues, como dice Unamuno, todas las novelas que nacen vivas son autobiográficas, llegando a la siguiente tautología:

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Todo ser de ficción, todo personaje poético que crea un autor hace parte del autor mismo.Y éste pone en su poema un hombre de carne y hueso a quien ha conocido, es después de haberlo hecho suyo, parte de sí mismo (...) Todas las criaturas son su creador (...) He dicho que nosotros, los autores, los poetas, nos ponemos, nos creamos, en todos los personajes poéticos que creamos, hasta cuando hacemos historia, cuando poetizamos, cuando creamos personas de que pensamos que existen en carne y hueso fuera de nosotros.(UNAMUNO, 1989, p 128-9)

Con estas palabras se pone claro que para ese escritor español eran inseparables ficción y realidad.

La ambigüedad, que hace Don Quijote universal, valora la obra y apunta a un mundo literario y a un mundo que apenas acababa. Es una obra llena de enigmas, de preguntas con respuestas escasas, dudas constantes, planteamientos inconclusos, misterio, desorientación por parte de los lectores y de los personajes. Desde el prólogo de la primera parte, se nota una contextura dialogada conteniendo una perplejidad ficticia en las dudas y las indecisiones del prologuista:

Sólo quisiera (lector ) dártela (la historia de un hijo seco, avellanado, antojadizo, lleno de pensamientos varios...) monda y desnuda, sin el ornamento de prólogo, ni de la inumerabilidad y catálogo de los acostumbrados sonetos, epigramas y elogios que al principio de los libros suelen ponerse. Porque te sé decir que, aunque me costó algún trabajo componerla, ninguno tuve por mayor que hacer esta prefación que vas leyendo. Muchas veces tomé la pluma para escribilla, y muchas la dejé, por no saber lo que escribiría; y estando una suspenso, con el papel delante, la pluma en la oreja, el codo en el bufete y la mano en la mejilla, pensando lo que diría, entró a deshora un amigo mío gracioso y bien entendido, el cual, viéndome tan imaginativo, me preguntó la causa y, no encubriéndosela yo, le dije que pensaba en el prólogo que había de hacer a la historia de don Quijote, y que me tenía de suerte, que ni quería hacerle, ni menos sacar a luz las hazañas de tan noble caballero. "Porque ¿cómo queréis vos que no me tenga confuso el qué dirá el antiguo legislador que llaman vulgo cuando vea que, al cabo de tantos años como ha que duermo en el silencio del olvido, salgo ahora, con todos mis años a cuestas, con una leyenda seca como un esparto, ajena de invención, menguada de estilo, pobre de conceptos y falta de toda erudición y doctrina, sin acotaciones en las márgenes y sin anotaciones en el fin del libro, como veo que están otros libros, y sin anotaciones en el fin del libro, como veo que están otros libros, aunque sean fabulosos y profanos, tan llenos de sentencias de Aristóteles, de Platón y de toda la caterva de filósofos, que admiran a los leyentes, y tienen a sus autores por hombres leídos, eruditos y elocuentes?(CERVANTES, 1956,1ª)

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Cervantes, en el prólogo, ya es un personaje novelesco cuando hace la descripción de alguien sentado con la mano en la mejilla, semejante a la postura del "Pensador" de Rodin, a la vez que se sirve de la dialéctica aristotélica, apoyándose en métodos que se relacionan con el diálogo socrático, o sea, práctica del diálogo, del debate, de la disputa, pareceres distintos u opuestos, al fin interrogar y responder durante la búsqueda de la verdad.

En el fragmento arriba se nota el problema de escribir un prólogo y lo dramático de la situación, mediante un primer diálogo, pues, para Sócrates, cuando piensa la mente, está hablando consigo misma, formulando preguntas y contestándolas, diciendo que sí o que no. Y, en este diálogo, Cervantes nos comunica lo dramático que es escribir un prólogo. Al mismo tiempo en que nos lleva a examinar diferentes temas y a despertar la percepción crítica.

Se nota en el Quijote que Cervantes leyó la literatura de la época, los preceptistas de poética y hasta libros de carácter filosófico o ideológico. Sus ideas literarias forman parte del contexto discursivo, la teoría y la práctica se unen. Sin citación, para que no parezca erudito el lenguaje, pero diciendo el precepto en un lenguaje natural, en un diálogo corriente. Un ejemplo de ello se encuentra en la segunda parte, cuando en una charla entre don Quijote, Sansón Carrasco diferencia la historia de la ficción, con base en los preceptos de la Poética de Aristóteles:

(...) uno es escribir como poeta, y otro como historiador; el poeta puede contar o cantar las cosas, no como fueron, sino como debían ser; y el historiador las ha de escribir, no como debían ser, sino como fueron, sin añadir ni quitar a la verdad cosa alguna.(CERVANTES , 1956, 2ª,3)

De ahí se deduce que las afirmativas que ha puesto Cervantes en el Prólogo son ficción. Su prólogo, como suelen ser todos, es una mera literatura. Es una burla y una lección de cómo hacer una novela. El consejo que le da su amigo es una crítica a la ficción de su época y una teoría de lo verosímil cuando dice: "Sólo tiene que aprovecharse de la imitación en lo que fuere escribiendo; que cuanto ella fuere más perfecta tanto mejor será lo que se escribiere". Esa teoría Cervantes la pone en práctica a lo largo de su obra, pero es en la segunda parte, principalmente del capítulo primero al tercero donde aparece, encestada, en los diálogos, la teoría. Este procedimiento, nos parece, hace del Quijot e la primera teoría de la novela.

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En el diálogo está el verdadero propósito de la novela: innova. Y esto está claro cuando el amigo ficcional del prologuista dice: (...) esta vuestra escritura no mira a más que a deshacer la autoridad y cabida que en el mundo y en el vulgo tienen los libros de caballerías (...)".

Al terminar el prólogo el narrador dice, aún, su propósito: el de hacer conocer a Don Quijote "tan notable y tan honrado caballero" y al famoso Sancho Panza, su escudero" con "todas las gracias escuderiles". Con estas palabras afirma las dos tendencias que afectaban a la estructura narrativa que venía desde la Baja Edad Media, la heroica y la cómica, como aparece en La Celestina, en donde el arte heroico caballeresco y amor idealizado hacen frente a lo picaresco y cómico.

Con la estructura novelesca dialogada, Cervantes mejora la iniciada por Juan Manuel, según el prólogo del Conde Lucanor, "fijo(...) del adelantado mayor de la frontera et del reino de Murcia(...)" que nos presenta un libro, "(...) en manera de diálogo entre un grant señor que fablaba con su consejero, et decían al señor conde Lucanor et al consejero, (...) compuesto de las más fermosas palabras con el objetivo de doctrinar a quienes las cosas sotiles non les caben en los entendimientos, que lo escribió, a semejanza, de "los físicos" mezclando lo dulce las melecinas que quieren melecinar, deseando que el lector se aproveche al su servicio en este mundo a los cuerpos et en el otro a las ánimas".

Así, desde el prólogo del Quijote, Cervantes acompaña las huellas del escritor medieval, del juego del diálogo con un amigo ficticio, o tanto cuanto el narrador, y de los consejos seguidos por uno, que como el otro es ficción. ¿Y qué le dice el amigo? Le elogia el libro con falsas y verdaderas ponderaciones. Afirma que el narrador pone "a la clara" "la mentira" y elogia su "retórica" y la finalidad de su libro de "deshacer la autoridad y cabida que en el mundo y en el vulgo tienen los libros de caballería". Y como un Lucanor que "entendió que éste era buen enxemplo, fízolo escribir en este libro, y fizo versos que dicen...", el narrador del Quijote aprobó "por buenas y de ellas mismas (quiso) hacer (un) prólogo.

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Con silencio grande estuve escuchando lo que mi amigo me decía, y de tal manera se imprimieron en mi sus razones, que, sin ponerlas en disputa las aprobé por buenas y de ellas mismas quise hacer este prólogo, en el cual verás, lector suave, la discreción de mi amigo, la buena ventura mía en hallar en tiempo tan necesitado tal consejero, y el alivio tuyo en hallar tan sincera y tan sin revueltas la historia del famoso don Quijote de la Mancha, de quien hay opinión por todos los habitadores del distrito del campo de Montiel que fue el más casto enamorado y el más vallente caballero que de muchos años a esta parte se vio en aquellos contornos. Yo no quiero encarecerte el servicio que te hago en darte a conocer tan notable y tan honrado caballero; pero quiero que me agradezcas el conocimiento que tendrás del famoso Sancho Panza, su escudero, en quien, a mi parecer, te doy cifradas todas las gracias escuderiles que en la caterva de los libros vanos de caballerías están esparcidas. Y con esto, Dios te dé salud, y a mi no olvide. Vale. (CERVANTES, 1956, 1ª)

El narrador se consolida como sabio en el prólogo, con la sabedoría de los humildes, como su héroe D. Quijote, y su amigo por su retórica, como el anticipador de los discursos sabios como los que supo decir D. Quijote. Es en la elocuencia del protagonista que Cervantes, como un hilo unificador, enaltece al Caballero de la Triste Figura, como en la reescritura que hace de la Edad de Oro de Ovidio, en el discurso del caballero a los cabreros. El famoso sermón que así empieza: "Dichosa edad".. .

Aún en el prólogo se presenta el pretexto de la obra, uno de los extractos de valores, el más superficial, cuando trata de los efectos que la lectura producirá en los lectores, el melancólico reirá, el alegre aumentará su alegría, y así por delante. El Quijote, desde su prólogo, es un libro compuesto con técnica irónica. El autor se burla de los lectores, desoriéntalos a la vez que les da pistas, de la misma manera como lo hace con sus personajes, lectores también. Es irónicamente que critica a sí mismo "el estéril y mal cultivado ingenio mío", "mi insuficiencia y pocas letras". Critica a "pedantes y bachilleres" y a la falsa erudición. Declara que no adornaría su libro de "tantas cosas como le faltan", aunque lo niega escribe una novela enciclopédica en donde se entrelazan verdad y mentira, un poco del hombre de "carne" y del hombre de "sueño". ¿Y cómo no hacer esta mezcla si es así que se hace una novela? Imposible al novelista separar la ficción de la realidad, pues él mismo se hace "ser-ficción" al escribirla. No hay cómo tener acceso al ser histórico sino al texto y en él, el de Cervantes, está claro la angustia textual de no saber diferenciar la verdad de la mentira.

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Y, citando otra vez a Ortega y Gasset, terminamos:

El caso del Quijote es, en este como en todo orden, verdaderamente representativo. ¿Habrá un libro más profundo que esta humilde novela de aire burlesco? (ORTEGA Y GASSET, 1966,112).

BIBLIOGRAFIA

BORGES, Jorge Luis. Ficciones. Madrid: Alianza, 1986. p. 28

CERVANTES, Miguel de. El ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha. Espasa-Calpe, 1956.

ORTEGA Y GASSET, José. Meditacioens del Quijote. Com. Julián María. Madrid: Revista Occidente, 1966. P. 56-8.

GAUTIER. Viajes por España. Barcelona: Mateo, 1971.p. 207

MANUEL, Don Jun. El Conde Lucanor. Espasa Calpes , 1964.(Colección Austral)

UNAMUNO, Miguel. Vida de don Quijote y Sancho. 9. ed. Argentina: Espasa-Calpe, 1952.

UNAMUNO, Miguel. San Manuel Bueno Mártir. Cómo se hace una novela. Madrid: Alianza, 1989. p.128-9.

 

Sobre o autor:
Ester Abreu Vieira de Oliveira
E-mail: ester_oliveira@vix.nutecnet.com.br
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Sobre o texto:
Texto inserido na revista Hispanista no 1
Informações bibliográficas:
OLIVEIRA,
Ester Abreu Vieira de. La verdad y la ficción en el Quijote a partir de su prólogo. In: Hispanista, n.1. [Internet] http://www.hispanista.com.br/revista/artigo03.htm 
 
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