HISPANISTA - Vol XIII - 50 - Julio - Agosto - Septiembre de 2012
Revista electrónica de los Hispanistas de Brasil - Fundada en abril de 2000
ISSN 1676-9058 ( español) ISSN 1676-904X (portugués)

Editora general: Suely Reis Pinheiro

Alexis Márquez Rodríguez

CÓMPLICE

 

Por regla general, la palabra "cómplice" se usa con un sentido peyorativo,  incluso como una acusación a alguien por cometer lo que se reputa como colaboración en un delito o falta. Es muy común que esto se dé en los medios de comunicación, cuando se reseña un hecho delictivo: "La policía capturó al asaltante y su cómplice"; "El agresor y sus cómplices huyeron en una camioneta".
En algunos de los delitos que conforman la llamada corrupción puede no haber  "cómplices", pero en otros la participación de estos es imprescindible, como en el caso del soborno, que supone necesariamente la presencia de un sobornado y de uno o más sobornantes. 
Por otra parte, no todos los "cómplices" lo son de la misma naturaleza. Hay "cómplices" activos, participantes directos en el delito; pero hay también los simples  cooperadores. En todo caso, no debe confundirse el "encubridor" con el "cómplice". Los "cómplices" actúan de alguna manera en el delito, mientras que los  "encubridores" sólo tienen conocimiento del hecho, pero no actúan en él, sino que simplemente guardan silencio.
Sin embargo, la palabra "cómplice" no siempre tiene un valor negativo, como  lo demuestra la definición que de dicha palabra registra el DRAE: "(…) adj. Que manifiesta o siente solidaridad o camaradería: 'Un gesto cómplice'. 2. Der.  Participante o asociado en crimen o culpa imputable a dos o más personas. 3. Der.  Persona que, sin ser autora de un delito o falta, coopera a su ejecución con actos  anteriores o simultáneos".
Como se ve, la primera acepción, de carácter general, no define al "cómplice"  como participante en un delito o falta, pues la "solidaridad" o "camaradería" pueden   sentirse ante un acto no necesariamente delictivo. Puede ser, incluso, un hecho jubiloso. Muchas veces dos personas amigas se autodefinen como "cómplices". Lo mismo puede ocurrir con las parejas de enamorados. Y aun en ciertas actividades, en  las que efectivamente se establece entre personas un cierto tipo de entendimiento  que supone, en sentido figurado, alguna "complicidad". Ocurre, por ejemplo, en el teatro, en que puede hablarse de un determinado grado de "complicidad" entre los  actores y el público.
"Cómplice" proviene del vocablo latino "complex", que significa "unido, complicado".
DISPOSICIONERO

 

De los ya lejanos tiempos de mi infancia y adolescencia recuerdo algunas  palabras que entonces se empleaban regularmente, y que hoy ya no se usan o se usan muy poco, siempre, en estos casos, por personas de edad avanzada. El léxico  parece ser la parte del lenguaje donde más se pone en evidencia el dinamismo del  idioma, manifiesto precisamente en ese cambio constante de muchas palabras en uso. Unas se emplean un tiempo y poco después desaparecen, pero surgen otras nuevas, de las cuales algunas se arraigan y duran, mientras que otras, a su vez, son reemplazadas más o menos en poco tiempo.
Una de esas palabras que recuerdo con frecuencia es el adjetivo  "disposicionero, a", que mi madre solía emplear para referirse a ciertas personas, generalmente jóvenes: "Esa muchacha es muy disposicionera", acostumbraba decir,  refiriéndose a algún miembro menor de la familia o persona cercana, y también, sobre todo, a jóvenes que trabajaban en el servicio doméstico. 
"Disposicionero" o "disposicionera" era el muchacho o muchacha, o cualquier  otra persona, que resolvía por su cuenta determinadas cosas, sin contar con el respaldo de nadie ni con las consecuencias de lo que se decía o se hacía. Generalmente se empleaba como un reproche a ciertos comportamientos.
Obviamente, "disposicionero, a" es un derivado del sustantivo "disposición", definido por el DRAE como "Acción y efecto de disponer", verbo este que, a su vez, en  su segunda acepción el mismo diccionario define como "Deliberar, determinar,   mandar lo que ha de hacerse (…)". En términos prácticos "disponer" equivale a  decidir uno por su cuenta lo que hay que hacer.
"Disposicionero" no aparece en ninguno de los muchos diccionarios  consultados, ni en los generales, ni en los especiales o de americanismos o venezolanismos ,  salvo en el magnífico "Diccionario de voces trujillanas", de mi viejo amigo Segundo Barroeta, donde figura con la siguiente definición, muy precisa y  exacta: "Dícese de todo aquel que actúa con gran independencia y es muy resolvedor. Que cambia las cosas a su manera, sin consultar a sus superiores. 'Tenga  cuidado con Esteban que es muy disposicionero'. 'Pedro Simón es muy capaz y eficiente, pero hay que vigilarlo porque es gran disposicionero' ".

 
CHÁCHARA
En Castellano contamos con varias palabras que se refieren, con frecuencia en tono despectivo, a las personas que hablan mucho, y al acto mismo de hacerlo, de las cuales suele decirse que "hablan mucho y no dicen nada". Son palabras como "charlatán" y "disparatero", ambas comentadas en artículos anteriores. Otras son "hablachento", "lenguaraz", "deslenguado", "monserga", "verborrea", etc. Usamos también frases o locuciones en el mismo sentido: "lengua larga", "lengua de hacha", "hablar pendejadas", "hablar paja", "hablar tonterías", "hablar necedades", "hablar hasta por los codos", "hablar más que un perdío", etc.
Otra de esas palabras es "cháchara". Esta, a la que marca como coloquial, la define el DRAE como "(…) Abundancia de palabras inútiles. 2. Conversación frívola. 3. pl. Baratijas, cachivaches". Esta última acepción es poco usual, al menos en nuestro país. El DRAE registra también el verbo "chacharear": "parlar (hablar mucho). 2. Méx. Negociar con cosas de poco valor". Igualmente "chacharero", sinónimo de "charlatán".
El "CLAVE. Diccionario de uso del español actual" es un poco más  amplio en su  definición de "cháchara": "1. col. Charla o conversación intrascendente,  especialmente si se mantiene animadamente y sin prisas; palique: 'Íbamos en el  autobús de cháchara y se nos pasó la parada'. 2. En zonas del español meridional,  baratija: 'Cuando era chiquito me gustaban mucho las chácharas' (…)". 
En la práctica el término "cháchara" suele emplearse de dos maneras, en  cuanto a la intención con que se lo use. Entre nosotros una "cháchara" puede ser una   plática o conversación común y corriente, en particular si se refiere a temas intrascendentes. En este caso su empleo no es propiamente despectivo: "En el corredor la cháchara estaba muy animada". En lenguaje coloquial o familiar nos referimos a ello con la expresión "hablar paja", que no es una expresión obscena como algunos creen: "Estuvimos un  buen rato hablando paja", o "hablando pajita".
Pero es también frecuente el uso de "cháchara" para referirnos  despectivamente, y hasta con intención satírica, al habla intrascendente de ciertas personas en un momento dado,  o con  mucha frecuencia: "Me tiene harto la cháchara  de Fulano"; "No soporto más esa cháchara".