HISPANISTA - Vol XII- 45 - Abril - Mayo - Junio de 2011
Revista electrónica de los Hispanistas de Brasil - Fundada en abril de 2000
ISSN 1676-9058 ( español)
ISSN 1676-904X (portugués)
Editora general: Suely Reis Pinheiro

Alexis Márquez Rodríguez

 ERRORES (1)

 Es un hecho evidente, y muy positivo, que hoy la gente se preocupa más por el lenguaje que antes. Con frecuencia  recibo preguntas y comentarios que así lo demuestran. Cada quien quiere hablar y escribir lo mejor posible, y plantear estas cosas a través de los medios de comunicación despierta en lectores y oyentes un animado interés.

Muchos de los mensajes recibidos reflejan dudas, cuando no el señalamiento preciso de supuestos errores cometidos por quienes se expresan a  través de los  medios, y en general por las demás personas. Lo curioso es que  muchas veces esos “errores” señalados no son tales.

La lengua, como lo decía nuestro Andrés Bello hace más de cien años, es como un ser vivo en permanente movimiento. Ello trae aparejados numerosos cambios, que suponen un desarrollo evolutivo del idioma al mismo ritmo de la actividad de las personas. Esta actividad cotidiana plantea nuevas necesidades expresivas, que deben ser satisfechas por el lenguaje,  para lo cual este tiene que renovarse incesantemente, adaptándose a tales necesidades expresivas. Es esencial que esos cambios lingüísticos se produzcan de manera natural,  conservando siempre lo que el mismo Andrés Bello llamó la índole de la lengua, que no es otra que la índole de las personas que la hablan, definida en el DRAE como la “Condición e inclinación natural propia de cada persona”.

El problema es que los cambios necesarios en la lengua que hablamos  muchas veces producen errores, casi siempre porque las personas que actúan como agentes del cambio, es decir, las personas que generan esos cambios, no tienen un verdadero conocimiento de su propio  idioma, por lo cual incurren a menudo en tales errores. Un ejemplo palpable de esto lo tenemos en el uso indiscriminado de expresiones –vocablos o frases– de idiomas extranjeros, usadas en reemplazo de vocablos y frases equivalentes propios del Castellano.

No podemos estar radicalmente contra el uso de expresiones extranjeras. A veces son necesarias, por no disponer en nuestro idioma de sus equivalentes. Lo condenable es el empleo indiscriminado de esos extranjerismos, muchas veces no sólo por ignorancia del idioma nativo, sino  incluso por desprecio de este, por considerar que la expresión extranjera es más  chévere.
                                           

 


 

ERRORES (2)
 

El uso innecesario de vocablos extranjeros es uno de los mayores vicios en la lengua actual del venezolano. La mayoría de estos extranjerismos indeseables son del Inglés, y más concretamente, del estadounidense, porque la influencia en el habla nacional de lenguas extranjeras se vincula con las  relaciones económicas. El uso indiscriminado de vocablos extranjeros es una  consecuencia de nuestra dependencia, que mayoritariamente se da de los Estados Unidos. Es un fenómeno no sólo de la lengua, pues lo vemos en todos los órdenes de la cultura. Lo percibimos, por ejemplo, en la importación irracional de costumbres  extranjeras, casi todas de origen  yanqui, válidas en su país de origen, pero carentes de sentido entre nosotros, donde incluso se ignora la mayoría de las veces el significado de tales usos y costumbres.

No podemos estar de manera radical contra el uso de extranjerismos. Hay  casos en que es necesario o conveniente recurrir al vocablo extranjero, porque  no disponemos en nuestro idioma de uno adecuado a lo que se quiere decir. Esto se ve claramente en sectores como el deporte, la ciencia y la tecnología, en los que es inevitable, y a veces necesario, el uso de expresiones que nos vienen  de afuera, generalmente como acompañantes de usos, inventos o descubrimientos que importamos porque no se dan en nuestro país. Últimamente lo hallamos con abundante frecuencia en el mundo de las  comunicaciones y en la computación, en las cuales no siempre es posible traducir términos técnicos, e incluso a veces, aunque se pueda, no es conveniente.

Pero carece totalmente de sentido utilizar expresiones como “okey” (ok),  que oímos a cada rato en todas partes, cuando fácilmente podemos decir ”está bien”, “de acuerdo” o cualquier otra expresión equivalente. O por qué llamar  “mall” a lo que en nuestro idioma siempre se ha conocido como “almacén”,  “tienda por departamentos”, etc. Tampoco hace falta decir “chao” al  despedirnos, ni llamar “boutique” a lo que se puede llamar de diversas maneras  en Castellano. Igualmente absurdo es utilizar, en una trasmisión de radio o de  TV, “replay” en vez de lo que todos conocemos como “repetición”. O “cidi” (CD) por “disco compacto”, o simplemente “disco”, si es que queremos ahorrar palabras.

                      

                                                      ERRORES (3)


A propósito de mis artículos sobre el abuso de los  extranjerismos en el habla común, una querida amiga y ex–alumna me envió el siguiente mensaje:  “¡Ay profesor! en un tiempo donde (sic) la gente quiere ahorrar hasta en las palabras, es mas facil decir ok o en español oka que decir esta bien o de acuerdo, es una cuestion de practicidad. Igual sucede con chao, porque si uno dice adios le salen con aquello de no digas asi di hasta luego porque ni que te fueras a morir... y creo que con eso no se le hace daño a nadie... muchos besos para usted y chaoooo, ok?”.

Es verdad, el abuso de extranjerismos no le hace mal a nadie, pero sí al idioma, la más importante expresión cultural de un pueblo. Por otra parte, este mensaje tiene una gran significación, como índice de algo muy grave que está ocurriendo en nuestro país. La remitente es persona muy inteligente, culta, de alto nivel de escolaridad, profesional universitaria y fue una excelente alumna. Si con todos esos atributos piensa así, ¿qué podemos esperar de quienes no los tengan?

Esto es una muestra de cómo la educación venezolana  está fallando en la formación de una conciencia nacional bien definida, que, entre otras cosas, exhiba un vigoroso sentido de la cultura propia. Y conste que no me refiero a ese trasnochado concepto nacionalista que algunos cultivan, que empieza por creer que el nuestro es el mejor país del mundo, y  nuestra lengua la más bella y admirable, capaz de dar escritores de la talla de Cervantes, Lope de Vega, Calderón, García Lorca, Neruda, Vallejo, Rubén Darío, García Márquez, Fuentes y nuestros Gallegos, Úslar Pietri, Julio y Salvador  Garmendia, Gerbasi, Eugenio Montejo, Rafael Cadenas y tantos más. Se olvidan, quienes así piensan, de Goethe, Proust, Dante, Petrarca, Dostoievsky, Tolstoy, Joyce, Hemingway, Faulkner…, que no escribieron en Castellano.

Insisto en que no se trata de condenar todo uso de voces  extranjeras. A   veces son necesarias, y aun convenientes. Un buen dominio de nuestro idioma,  más una auténtica conciencia de su valor como la más importante expresión cultural, nos permitirá saber cuándo es procedente el uso de  extranjerismos,  y cuándo no es sino una burda imitación de otras lenguas, casi siempre por ignorancia o desprecio de  la  propia.